Por Boston
Una aventura, algunas memorias
Acá en los primeros días de Setiembre me encuentro en Boston, donde viví hace cuarenta años . Estoy acá para hacerme un hisopado para detectar coronavirus antes de viajar a Uruguay.
La política para entrar es un resultado negativo de coronavirus de no más de tres días antes de viajar. Donde estaba en las montañas, bien aislado de todo, lo más rápido que pueden prometer un resultado es siete días. Por eso, tuve que viajar a Boston, donde me prometieron darme el resultado en tres o cuatro días. Me pregunto de que sirve si necesito irme de un lugar donde hay cero posibilidad de contraer el virus hasta un lugar donde necesito andar en subte, en una cuidad, entre la población. Pero así es. Solo pueden hacer reglas. Es cierto que no pueden confiar en el buen juicio de los viajantes.
A la vuelta, con el test ya hecho, tuve que caminar algunas cuadras entre dos estaciones de subte, para cambiar lineas. Bajé del subte linea azul en Government Center (Centro del gobierno), una plaza amplia con un gran edificio de concreto, el cobijo de la ciudad, hecho en estilo brutalista. Es un edificio que debes dejar atrás con la mayor celeridad posible, y lo hice.
Justo abajo de la plaza hay un mercado abierto que se llama Faneuil Hall Marketplace. Generalmente es un lindo lugar para disfrutar los “fish and chips” (Pescado y papas fritas) con una cerveza oscura. Justo ahora, no lo creo. Caminé hacia el parque central, Boston Common, por la calle Tremont.
Hice una cuadra hasta encontrarme con la calle Bromfield. Fue allí, en 1980, donde compré mi primer camara, un Nikon FE SLR. La tienda, Bromfield Camera no está allí ahora. Recuerdo como estaba lleno de equipos de fotografía en los estantes alrededor de las paredes hasta el techo, con un pasillo estrecho entre mostradores de vidrio. Saqué miles de fotos con esta camara por años, incluso los años en que estudié en Nueva York, en la School of Visual Arts (Universidad de los artes visuales). Justo antes de viajar a Uruguay en 2017, para aligerar mi maleta, la vendí a un coleccionista de equipos antiguos en Boulder, Colorado.
A frente de la intersección de Tremont y Bromfield hay un cementerio que se llama “Granary Burying Ground” (Cementerio de granero) entre los edificios modernos y una iglesia hecha de ladrillos. En este cementerio, uno de los fundadores de EEUU, Ben Franklin enterró a sus parientes. En la tumba de la familia Franklin se puso una placa que dice, “Be encouraged to diligence in thy calling and distrust not providence” (Sientase animado por el empeño a lo que se dedica; no desconfíe de la Providencia). Otros fundadores han sido enterrados allí. Entre ellos, John Hancock, el líder del congreso constitucional, está enterrado abajo de un gran falo erigido por la cuidad en 1896. También podes encontrar el lugar donde está enterrado el patriota Paul Revere, quien anda a caballo avisando a todos, “The British are coming!” (Los británicos vienen!), cuando los británicos invadieron al pueblo Concord en el comienzo de la guerra de la independencia.
He visitado este cementerio muchas veces, y cada vez me pregunto si será la ultima. No sé por qué. Siempre cuando estoy allí, me pregunto si mis pasos van a pisar sus adoquinadas calles de nuevo alguna vez. Sin embargo, mis pasos continúan hacia Boston Common.
Decidí caminar por el parque por un rato en lugar de descender inmediatamente por el subte. Recordé el año 1980 de nuevo. Cuando John Lennon fue asesinado, hubo una procesión acá en el parque. Fue en Diciembre, el invierno del norte. Saque un foto de la procesión en el debilitamiento de la luz esa tarde, con los abrigos de los participantes oscuros en contraste con la nieve. Todavía lo tengo en una baulera en Colorado.
Con sed, compré una limonada por un stand atendido por dos mujeres hispánicas. Pasamos el día charlando en español. Unas abejas nos divierten, porque son atraídas por el agua endulzada.
Me senté en un banco a tomar la limonada. Algunos libélulas cazan arriba del pasto. A la distancia vi un grupo de ocho adultos jóvenes— cuatro chicos y cuatro chicas —sacándose fotos entre ellos. Las chicas ponían sus brazos alrededor del tronco de un árbol. Podía entreoír sus conversaciones. Me pareció que hablaban en Portugués. Decidí qué eran Brasileños, pero no podrían ser turistas en estos tiempos, deberían ser inmigrantes. Me cayeron bien ellos y disfruté de sus payasadas, y sus poses para Instagram.
El árbol era del tipo alto y derecho. Las chicas tenían que unirse en una cadena de tres, brazos extendidos, manos tocando manos, para abrazar el tronco entero. Pensé en una amiga que falleció en Inglaterra, en 2009, volando como participante estadounidense en el campeonato mundial acrobático aéreo (WAC). En esos días pensé en sembrar un árbol como este árbol en el lugar donde ella se había caido. El árbol habría crecido hacia el cielo, contrariamente a su caída. Al final no he intentado convencer a las autoridades del lugar de hacer esto. Visitamos al lugar juntos, mis compañeros y yo, al día siguiente. Las autoridades ya habían reparado todo, incluso habían arreglado la pista con césped. Algunas personas habían puesto flores en el sitio. Nosotros hicimos lo mismo. Unas días después, volamos de vuelta a Estados Unidos, para nunca volver.
Pero bueno. Por este árbol y el recuerdo de una idea, pude recordar una amistad. Todo esto me parece muy lejano ahora. aunque fue solo hace once años. Con todos los cambios en mi país y el mundo, siento que fue en otra vida.